Las elecciones en la Argentina están dando la vuelta al mundo. La emergencia de un personaje complejo de encuadrar en el arco político interno que domina la política local, un arco establecido por kirchneristas y macristas, ha llamado poderosamente la atención.

La ideología dura que presenta el candidato Milei, el anarcocapitalismo, libertarismo, también ha despertado curiosidad en el plano internacional. Prueba de ello ha sido la nota del periodista estadounidense Tucker Carlson, expulsado de la Fox por sus simpatías políticas.

Por fuera de la cadena, Carlson promedia casi 300 millones de vistas en sus entrevistas, lo que es una muestra más de la incapacidad de los medios convencionales a adaptarse a las nuevas épocas y al lastre que significa su acción como herramienta de manipulación social para poder imponer políticas.

La entrevista que le realizó al político argentino superó los 400 millones, lo que es un indicativo que algo muy serio está pasando.

Divorcio entre realidades y discursos

El cansancio con las políticas que han venido instalándose durante décadas está derrumbando el sistema político y sus apoyos. La caída del nivel de vida es una de las razones; otra es la falta de idoneidad combinada con una buena cuota de desparpajo en exhibir los gustos y costumbres caras en una sociedad empobrecida.

Existe, además, un enorme divorcio entre las vivencias reales de las sociedades y los ejes políticos que se manifiestan en los círculos políticos, de entretenimiento e intelectuales, entrelazados.

Las llamadas ideas woke han contribuido enormemente en el proceso de alejar a las clases políticas de los pueblos que pretenden representar. Ideas que colisionan con las costumbres históricas, amparadas en una tolerancia presunta, han ido ganando espacio hasta transformarse en simples caprichos y exageraciones a contrapelo de la opinión mayoritaria.

Vemos así cómo la izquierda y el progresismo han abandonado virtualmente las luchas por una mejor distribución de la riqueza y por derechos básicos como el de una vivienda digna, una alimentación saludable, una medicina gratuita o la educación universal.

Woke, con presencia mínima en las sociedades

Las ideas woke se han interpuesto y han absorbido el tiempo y la dedicación hacia derechos de minorías extravagantes, con una presencia mínima en las sociedades y menor aún en los sectores de medios y bajos recursos. Anidadas en barrios de clase media acomodada y alta, refugiadas en universidades y en la intelectualidad, cuando no en la farándula, las ideas woke cumplen esa función de desvirtuar las luchas reales y de alejar a las clases populares de quienes las representan, o al menos eso hacen formalmente.

Es notable que esas políticas sean simples versiones de segunda marca de las ideas que el mundo anglosajón ha visto cómo se imponen en sus equivalentes del Primer Mundo.

Del absurdo racial al verdadero problema: Economía, pobreza y desigualdad

Con una farándula artística, universitaria e intelectual, esas ideas trasvasan los marcos de sus países y llegan a los nuestros en una versión neocolonial. No es de extrañar entonces que les cueste hacerse presente en la sociedad real, en el ciudadano medio que intenta llegar a fin de mes y sostener a su familia.

Es notable que esas políticas sean simples versiones de segunda marca de las ideas que se imponen en sus equivalentes del Primer Mundo. No es de extrañar entonces que les cueste hacerse presente en la sociedad real, en el ciudadano medio que intenta llegar a fin de mes y sostener a su familia.

En algunas oportunidades son equivalencias que constan en simples traducciones del inglés al castellano, dando origen a nuevas expresiones sin arraigo y que terminan siendo objeto de burlas populares.

No obstante, en algunos casos además del ridículo, como es el uso del término “marrón” para reemplazar el histórico “cabecita negra” que la propia Evita utilizaba en forma cariñosa en sus actos públicos, la invasión extranjerizante es más notoria.

La intención de trasladar a nuestros países la lucha racial reducida a un absurdo sistema de opresiones de acuerdo a la tonalidad del color de piel, se encuentra con la dificultad de no conseguir instalar el tema de la persecución a los afrodescendientes. En este punto podemos hacer notas sobre la imprecisión del término, asimilando afro a negro, cuando en realidad el Norte del continente es de origen semita (árabe).

Marrones y negros en Soweto

La introducción de la Teoría Crítica de la Raza (TCR) en su versión hispana, con la presencia de marrones en lugar de negros, no conmueve a la población, pero cada vez tiene mayor presencia en la militancia woke que asimila categorías de opresiones: negro, gay, lesbiana, los más modernos no binarios, con extremos como los veganos, son reclamados como una serie de personas oprimidas en distintos grados por sus condiciones.

La cuestión racial, entonces, es una nueva ofensiva contra la militancia que se ocupa de los intereses reales, importando, en consecuencia, nuevos problemas que no pertenecen a nuestra realidad.

La propia idea de ser bueno o malo por su color de piel raya el absurdo y es injusta. En Sudáfrica podemos encontrar una muestra sobre cómo los problemas que se le atribuyen a un color de piel, son cuestiones universales, que tienen otras raíces y el color solo es una excusa.

La cuestión racial, entonces, es una nueva ofensiva contra la militancia que se ocupa de los intereses reales, importando, en consecuencia, nuevos problemas que no pertenecen a nuestra realidad.

En ese país hemos visto el surgimiento de un movimiento que se ha transformado en partido político y aspira a desalojar al histórico partido del Congreso Nacional Africano del poder.

La Operación Dudula nació en Soweto, un lugar conocido como la cuna de la lucha de los africanos negros contra la opresión del régimen blanco, una burla de la historia. Los sudafricanos negros reclaman que la inmigración de otras naciones africanas, como es el caso de Nigeria, ha instalado una mafia que ocupa viviendas para sudafricanos, comercia ilegalmente y promueve el tráfico de drogas, algo que se ha convertido en un flagelo para la sociedad sudafricana.

Las razones son las mismas que las sociedades europeas o estadounidenses, y hasta las sudamericanas, esgrimen contra la inmigración. Las restricciones de la pandemia agravaron la situación, que se tornó en explosiva.

Del absurdo racial al verdadero problema: Economía, pobreza y desigualdad

La población autóctona cada vez más exige dureza a las autoridades y reclama la expulsión de los inmigrantes. Se reclama por complicidad y falta de acción. Nada nuevo.

La defensa esgrimida por los inmigrantes tampoco sale de lo usual, las mismas razones que en otras geografías. Una vez más, nada nuevo bajo el sol.

Las aristas de los actores políticos sudafricanos alcanzan ribetes de suma violencia, con virtuales cacerías de inmigrantes por parte de los zulúes mayoritarios.

Las razones reales, que seguramente escapan a los ojos de los propios sudafricanos, tienen que ver con la miseria, la falta de oportunidades y sobre todo, por la falta de soluciones. Las fuerzas políticas que llegaron al poder derrotando al apartheid no han solucionado los problemas sociales y su pueblo se está cansando.

Reducción a la norteamericana

La Operación Dudula demuestra que la Teoría Crítica de la Raza es simplemente un reduccionismo estadounidense que no resiste un análisis profundo y desapasionado. Los problemas de ser correctos políticamente crean el caldo de cultivo necesario para que prosperen estas políticas que no solo no solucionan el problema real, sino que lo pueden agravar.

Con estas ideas woke se favorece la perpetuación de la profundización de las injusticias sociales en función de la pobreza y la riqueza desigual, algo que impacta a las grandes mayorías.

Las diferencias geográficas y radicales ante un problema común demuestran que debemos encontrar una solución que afectará poderosos intereses económicos y financieros. Pero es más fácil hablar del sexo de los ángeles.

Con estas ideas woke se favorece la perpetuación de la profundización de las injusticias sociales en función de la pobreza y la riqueza desigual, algo que impacta a las grandes mayorías.